Más que una historia de amor, Cuestión De Tiempo es un
verdadero relato sobre la vida misma. Sobre los momentos que no disfrutamos y
quisiéramos volver para cambiar y encarar ya no del mismo modo. Nos hace reflexionar
sobre lo que realmente importa: el día a
día. El de aceptar las cosas buenas y malas de la vida.
Una buena comedia romántica que no cae en lo trillado ni
en el melodrama. Divertida, llena de contenido que llevan a la reflexión, con una
idea tan simple e ilógica pero que es lo menos importante a mi parecer. La singular
manera que tiene el protagonista de retroceder en el tiempo, por más dosis de
fantasía que haya en el método, no opaca el interés que va despertando en el transcurrir
de la historia, en el espectador. Es decir, lo importante en esto es que uno
llega hasta mimetizarse y sentirse cómplices del personaje, que lleva en sí
todo el peso de la película, y sentir vergüenza ajena en ciertos momentos incómodos.
Es ahí donde se encuentra el mayor logro del filme.
Es de esas
películas que al finalizar, al menos por un momento, hace que uno se
sienta mejor y tenga una visión un poco menos pesimista de la vida.
Desde lo actoral hasta el mínimo detalle técnico, todo se conjuga y
potencia de una manera armoniosa con el simple objetivo de convertir a
esta historia en un verdadero clásico. Sólo es cuestión de tiempo.
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